Faustino Lobato: «Somos hijos de las lógicas de temporalidad aristotélica»                                                                  

Entrevista publicada en: ‘Viu València’ (p. 8), suplemento cultural integrado en ‘El Periódico de Aquí’ (edición Valencia, febrero/marzo de 2024).

Entradilla:

Faustino Lobato Delgado (Almendralejo, 1952) con dieciocho años comienza sus estudios superiores en Badajoz. A los veinticinco se marcha a estudiar a la UCL (Université Catolique de Louvain-la-Neuve) Teología y Antropología. En Bélgica, a través de Monsieur Houtard (catedrático de Sociología), toma contacto con grupos próximos a la Teología de la Liberación. Durante su estancia lovaniense forma parte de un círculo de escritores cercanos a Kristien Hemmerechts (escritora y profesora en la KUL). Vuelve a Badajoz, al final de los años ochenta, donde mantiene una actividad social intensa con el mundo gitano alternándola con la docencia universitaria. En el año 2000 inicia la docencia no universitaria impartiendo clases de filosofía en Secundaria y Bachillerato. En el nuevo milenio, entra a formar parte del grupo de escritores emeritenses “Gallos Quiebran Albores”. En 2010 funda con escritores pacenses la Tertulia Página 72 en Badajoz. Pertenece a la Asociación de Escritores de Extremadura. El pasado 9 de febrero presentó en Valencia su último libro: ‘En el alfabeto del tiempo’.

El escritor extremeño Faustino Lobato Delgado

ENTREVISTA

¿Cómo presentarías de manera sintética ‘En el alfabeto del tiempo’, tu último libro, a alguien que no sabe nada de él? ¿Qué mensaje nos da?

‘En el alfabeto del tiempo’ es la forma poética de expresar ese sentimiento que llevamos interiormente de rechazar las prisas que nos agobian y desear que somos más felices cuando aprovechamos los momentos que compartimos con los otros o el silencio que a veces hacemos. Estas vivencias se vuelven protagonistas de nuestra existencia, son la certeza del instante, del  (Kairós). Este es el mensaje: superar la realidad de vivir esclavos del reloj (Cronos) y practicar, cada vez más, los silencios y la relación con los otros sin prisas (Kairós).

¿En qué se diferencia el concepto de tiempo para un antropólogo, un teólogo y un poeta?

Para un antropólogo el tiempo es una construcción cultural. Nosotros, occidentales, tenemos una visión lineal del tiempo: pasado-presente-futuro. Somos hijos de las lógicas de temporalidad aristotélica, mientras que para un oriental el tiempo es otra forma de vivir de manera circular, es el instante lo que cuenta. Estas diferencias vivenciales del tiempo suponen un problema cuando orientales y occidentales se ponen a convivir o a realizar un trabajo.

Para un teólogo, el tiempo es «tiempo de salvación» donde Dios, como ser supremo, actúa. El teologema Cristo es una forma de expresar la intervención de Dios en la historia de la humanidad transformándola en historia salvífica. Por tanto, un cristiano vive el tiempo en un presente continuo, donde la salvación se da.

Para un  poeta, en este caso, para mí, el tiempo se vuelve imagen más allá del concepto cultural o teológico, a través de la cual la realidad se vuelve líquida, y las metáforas, libres de adjetivaciones, señalan lo más profundo del ser: el deseo de crecer y ser feliz viviendo desde el silencio del (Kairós), desde la certeza del presente.

¿En qué momento de tu vida, que guarde relación con tu último libro, cambió tu noción sobre el tiempo?

Mi vida cambió con el nacimiento de mi hijo Rodrigo. Yo tenía en ese momento sesenta años. Tuve que admitir que siendo un padre adulto, más allá del ecuador vital, los tiempos iban a funcionar de manera diferente para mi hijo y para mí. Cuando él creciera   yo iría menguando. Aunque en realidad, no menguo, sino que también crezco con él en el aprendizaje continuo de ser padre. En un  principio el tiempo fue una preocupación, después se convirtió en ocupación y hoy por hoy es una realidad que vivo de manera íntima, más próxima a la visión oriental, aprovechando el silencio cierto de los instantes.

¿Qué te inspira de la realidad?

Me inspira lo frágil, lo sencillo, lo que apenas se advierte, a veces, las pequeñas cosas del diario. También me inspiran las torpezas humanas, por ejemplo, el hecho de magnificar los problemas hasta distorsionarlos, situándonos desde la perspectiva egoísta, hasta terminar por no ser capaces de resolverlos, perdiendo la perspectiva del sentido común. Este hecho suelo expresarlo en forma de ensayo.

¿Crees que la poesía debe cumplir una función social?

Sí, de hecho, la cumple siempre desde la situación del escritor. Primero, la poesía, la lírica es sanadora. Para mí lo es. La terapia de lo poético ayuda a relativizar muchas situaciones, a mirar de otra forma sin quitarle importancia a las cosas que la tienen. Y si esto es así, desde este estar bien, desde esa bondad vivencial, se comunicará mejor a través de la palabra escrita.

La función social de lo poético está siempre: unas veces de manera indirecta, cuando la realidad se metaforiza y se sublima, y otras, directa, cuando la palabra es clara y asertiva, por ejemplo, cuando denuncia injusticias o declara situaciones adversas. Lo primero se pude ver, de manera profunda, en la poesía oriental. Un ejemplo es el haiku. Esta manera de escribir nos ayuda a mirar y a situarnos desde  el interior de la naturaleza, porque somos naturaleza, empatizando con todo y con todos los seres vivientes. Y esto es socializar.  Lo segundo, lo  encuentro en lo que llamamos poesía social. Esta manera de crear, ayuda a mirar de una forma directa los problemas más acuciantes de la humanidad, ayuda a pararse ante las torpezas del ser humano. Basta leer a Benedetti.

Sí, la poesía siempre ha cumplido una función social, entendiendo esta como impulso que remueve conciencias y cambia actitudes. Desde la poesía épica de Homero hasta las letras de rap, siempre, en todo momento y en todo lugar, la poesía ha tenido y tiene un cometido social.

¿Por qué te interesa el recurso metaliterario?

Para mí, el empleo de este recurso va mucho más allá de un puro interés. Lo metaliterario me sacude internamente. Este recurso lo siento como la vía que me permite la búsqueda del poema ideal. Trabajando lo metapoético la poesía toma formas insospechadas, se convierte en un tú singular, en sujeto de atención, en la protagonista de la ficción literaria. En este (ars poético), el yo lírico dialoga de otra manera, se rinde a otro paisaje más interno y vital, que no existencial.

¿Quién es Faustino Lobato?

Soy alguien que cada vez toma conciencia de la propia fragilidad y de las torpezas; alguien que intenta relativizar todo lo que ocurre a su alrededor dándole importancia a lo que realmente la tiene. Esto es una lucha, porque no siempre lo consigo. En realidad, soy alguien que le da cabida a lo íntimo y cercano evitando nostalgias, aunque caiga en ella. Soy amigo de mis amigos, aunque suene a tópico. En definitiva, soy alguien que le gusta buscar y no quedarse en la zona simplista del confort. Soy un sobreviviente que intenta superar algunos miedos.

Háblanos de tus próximos proyectos.

Hay dos proyectos.  Uno, prácticamente terminado, y otro, en  proceso. El que ya está terminado trata del encuentro con lo mediato, con lo cercano que, por serlo, a veces no le damos importancia, como son la casa y la familia. En este espacio lírico toma protagonismo “el otro”. Este proyecto lleva por título: ‘Lo que el alma ignora’.

El otro proyecto es una reflexión poética sobre la soledad y el silencio, teniendo como metarrelato el mar. En este trabajo sigo con esta forma de escribir, cada vez más mía, donde la prosa poética se mezcla con la versificación poética formando un todo de expresión lírica.

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