Publicado en la revista “Oculta Lit”:
Título: El hombre que cabía en la palma de su mano
Autor: Francesc Barberá
Ilustraciones: Riki Blanco
Editorial: Unaria Ediciones
Género: microrrelato
Año de publicación: 2017
Número de páginas: 215
ISBN: 978-84-947109-3-3
Amelia Díaz Benlliure es una gran poeta castellonense. Su labor como editora, al frente de Unaria Ediciones, no es menos grande si tenemos en cuenta la visible evolución de un sello editorial —de los honestos, sí, esos que no piden dinero a sus autores por publicar— que en pocos años ya gestiona su propio certamen literario, tiene presencia activa en ferias y festivales a nivel nacional, y su nómina de autores ya aglutina bastantes firmas imprescindibles.
La importantísima figura del editor en el panorama literario actual se está perdiendo. Algunas editoriales maquetan lo que el autor les envía, sin proponer un mínimo de corrección ortográfica o de estilo, trasladan a la imprenta unas galeradas a las que les falta la opinión experta de un editor; porque una cosa es escribir, y otra muy diferente, es editar. Toda publicación rigurosa debe pasar por las manos de un editor al que le apasione su trabajo, que mime cada publicación, y ese es el caso de Díaz Benlliure. Como editora, no solo tiene el mérito de apostar por autores noveles que más tarde despuntarán, sino también de encontrar la forma física más adecuada para cada obra que publica.
El hombre que cabía en la palma de su mano está escrito y editado de forma valiente. Sus medidas de bolsillo (14,5 x 15,5 cm) lo convierten en un objeto fácilmente manipulable, puede acompañarnos en el autobús o el metro; pero su estética y tacto seducen desde el exterior: encolado, solapas, página de guarda en consonancia estética; y ya en el interior, nada se apelotona ni entorpece la lectura, al contrario; los microrrelatos se encuentran en las páginas recto, y el blanco de la página o en ocasiones, las ilustraciones en blanco y negro de Riki Blanco, en las páginas verso. Su diseño, desde la tipografía, al color (luminosidad) y la ubicación centrada de los textos, son rasgos que denotan una cuidada edición que, para aquel que entiende, no cae en saco roto.
Por microrrelato, entendemos un texto breve, aunque los hay de más de una página. Evidentemente, pensamos en un texto narrativo, una especie de historia condensada en pocas líneas, un ejercicio literario de síntesis en el que la retórica o lo no significativo no tienen lugar. Y entendemos bien, aunque por brevedad, el libro que nos ocupa es más breve, si cabe. Como dato, decir que uno de los microrrelatos de Barberá está escrito únicamente con seis palabras, más el título; por tanto, no solo microrrelatos, sino una buena cantidad de nanorrelatos, componen esta obra. Lejos quedan esas doscientas palabras o ciento cuarenta caracteres a los que estamos acostumbrados. Y qué decir de los títulos. Ante una empresa tan ardua, el valor catafórico del título cobra especial relevancia. La elección de los títulos como tales, además de su presencia en mayúscula, negrita y yuxtapuesto al texto, es muy acertada, hace que la posible interpretación del texto siempre caiga del lado bueno. Una buena muestra de ello es el siguiente ejemplo:
SE PRECISA VIDENTE
— Llamaba por lo del anuncio que publicaréis mañana.
Barberá se revela como un malabarista de palabras, ya en la contraportada del libro, Miguel A. Zapata previene de esta forma:
No es imposible que un hombre quepa en la palma de su mano. Solo se precisa la palabra exacta que conjure el prodigio. En este espléndido y sorprendente volumen de textos brevísimos, Francesc Barberá nos deleita con brillantes juegos léxicos, piruetas verbales, refutaciones varias de las leyes físicas, trampantojos lúdicos, sucesos inauditos, atrocidades poéticas y crímenes ejemplares. Una obra, en definitiva, amistada con lo maravilloso como solo la buena literatura puede hacerlo.
El imaginario del autor es muy amplio, bebe de muchísimas fuentes, y por ello, la diversidad de registros en cuanto al género, o la ingente capacidad de recursos literarios, son hechos manifiestos que dotan al conjunto de un ritmo, peso y profundidad muy equilibrados. El humor, es sin duda, una constante de su propuesta, algo que conecta con el lector y le hace empatizar rápidamente con lo narrado; múltiples géneros humorísticos se resuelven en estos relatos, quizás el humor negro tenga una especial presencia:
VACÍO
Lo abrí en canal. Ni siquiera así encontré a su niño interior.
Pero si un recurso estilístico predomina en toda la obra, ese es la elipsis. Pragmáticamente, exige un lector activo, pero la habilidad de Barberá hace de este libro una antología de minicuentos para todos los públicos. Lo no narrado, pero contrapuesto a lo narrado y por ello sugerido, se evidencia magistralmente en microrrelatos como:
TERAPIA
Ahora vístete y cuando cuente hasta tres, despertarás y no recordarás nada.
En lo formal, encontramos condensación temporal, sí, pero llena de paradojas. Indizado en la modernidad cultural, en una urbanidad polivisual y decadente, precisamente su ironía no oculta el juicio de valor de una conciencia que expende su opinión a través de omitidas y fabulosas moralejas.

Francesc Barberá
Su intertextualidad es poliédrica. Dado lo esquemático del espacio literario y su dependencia de lo paratextual, la concisión, tanto del enfoque narrativo, como del lenguaje empleado, revela la maestría de un autor que no parece un recién llegado a estos lares. Barberá dota de encanto a sus composiciones, se maneja como pez en el agua ante la escasez de recursos, su capacidad intelectual resuelve adecuadamente cada microhistoria, y aunque parezca mentira, las culmina con contundencia.
Los microrrelatos se suceden en un continuo que en ocasiones pone de relieve agrupaciones temáticas. Es justo señalar que las ilustraciones de Riki Blanco conviven armónicamente con los textos e incluso aportan más personalidad a la obra a través de su mordaz transparencia. Estas pequeñas píldoras de letras son, en ocasiones: pedradas, por su crítica; balas, por lo expeditivo de sus argumentos; cosquillas, por su motivación a la risa; pero también fábulas o simplemente fantásticas ficciones. Toda etiqueta es injusta e incompleta ante una obra de estas características. Este libro cabe en la palma de nuestra mano, pero no su riqueza, el talento de su autor sobrepasa cualquier límite y propone un juego en el que las reglas cambian al pasar una nueva página, como por ejemplo, en el texto titulado “El ahorcado”, donde el motivo al que se alude es descrito uniendo las letras que faltan:
EL AHORCADO
Fin_lmente, encontró un _otivo para n_ quita_se la vida.
De lectura amable, música entretenida y paisaje mental sofisticado, estas cien breverías sacuden las telarañas del cliché, por su ironía, parodia o metaficción; deshojan la rutina del lector adocenado en el redundante clasicismo y falta de innovación de gran parte de la producción literaria actual, y nos enseña, a la vez que entretiene, otra forma de hacer literatura, sin duda, pequeña gran literatura, en la que el simbolismo y la poesía, rearman y dulcifican una prosa —ilusionante— más necesaria que nunca:
PANTOMIMA
En el parque, la gente se burlaba del mimo que tiraba de una cuerda.
Hasta que aquel edificio se derrumbó.